Enfermedades infecciosas frente a enfermedades crónicas: ¿cuál es la tendencia en el Perú y qué implica para el sistema de salud? 

El Perú atraviesa una transición epidemiológica marcada por la persistencia de enfermedades infecciosas y el crecimiento sostenido de las enfermedades crónicas no transmisibles. Esta doble carga plantea un desafío complejo para el sistema de salud. 

Durante décadas, las enfermedades infecciosas concentraron gran parte de la atención sanitaria en el Perú. Las infecciones respiratorias, las diarreas vinculadas a la falta de saneamiento básico configuraban el mapa de la salud pública nacional. Sin embargo, ciertos avances relacionados a la vacunación, el acceso a antibióticos, entre otros, han reducido progresivamente la mortalidad asociada a estas patologías. En paralelo, las enfermedades crónicas no transmisibles (ENT), originadas en gran medida por hábitos poco saludables como la mala alimentación y el sedentarismo, se han convertido en las más prevalentes y hoy representan una de las principales amenazas para la salud de la población peruana. Esto debido a que exigen controles permanentes, medicación de por vida y seguimiento cercano. 

Virginia Burga, médico general de Clínicas Auna, recuerda que, según datos de la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES 2021), más del 41% de los mayores de 15 años vive con al menos una comorbilidad como obesidad, hipertensión o diabetes. En los adultos mayores de 65 años, esta cifra asciende al 65%, lo que refleja el peso creciente de estas enfermedades en la ciudadanía. De hecho, la hipertensión arterial afecta al 22% de los adultos y la diabetes mellitus a casi el 5%, con prevalencias aún más elevadas en regiones como Lima, Callao y Tacna. “Estos porcentajes reflejan un crecimiento sostenido de las ENT en comparación con décadas anteriores, donde las enfermedades infecciosas eran la principal carga de salud pública. Hoy, como confirma la OMS, las ENT son responsables de la mayoría de las muertes en el mundo y en las Américas”, señala la especialista. 

A su vez, Burga revela que la situación es aún más crítica entre los grupos más pobres, quienes enfrentan un riesgo mayor de complicaciones debido a las desigualdades persistentes en el acceso a servicios preventivos y tratamiento oportunos. De esta manera, mientras las infecciones suelen resolverse con tratamientos cortos o campañas de vacunación, las ENT implican gastos sostenidos en medicamentos, hospitalizaciones y otros procedimientos que terminan ejerciendo una presión creciente sobre el sistema público de salud. 

 

Una situación mixta: infecciones y crónicas conviviendo 

El Dr. Humberto Vásquez, infectólogo de la Clínica Internacional, explica que el Perú vive una etapa de transición compleja. “Es una situación mixta. Estamos en una etapa similar a la de los países desarrollados, donde predominan las enfermedades crónicas. Sin embargo, en el Perú todavía tenemos infecciones importantes como la tuberculosis, que siguen siendo frecuentes. También tenemos una alta incidencia de VIH, mucho más que en los países desarrollados. En los últimos meses, casi todas las semanas recibimos pacientes nuevos en consulta externa de hospitales públicos. Además, recientemente hemos enfrentado brotes de dengue, como el del año pasado. Todo esto demuestra que las enfermedades infecciosas siguen siendo recurrentes, con cuadros emergentes y reemergentes”. 

En paralelo, las crónicas continúan al alza. Vásquez precisa que, además de la hipertensión y la diabetes, la enfermedad renal crónica -vinculada a las dos anteriores-, impacta entre el 11% y el 15% de los peruanos: “se calcula que hay cerca de 3 millones de peruanos mayores de 18 años con algún grado de daño renal. A esto se suman los casos de cáncer y otras neoplasias”, añade. 

Por su parte, el especialista en salud pública, Omar Neyra, lo explica de esta manera: “si bien es cierto las infectocontagiosas ocupan los primeros niveles de morbilidad (…) donde todavía hay gente que sigue enfermándose y muriendo por patologías de este tipo, que son del siglo pasado; sin embargo, hay un cambio en la curva epidemiológica importante y hoy hay tres grupos de enfermedades crónicas de alto costo que están tomando mucha importancia”, advierte. 

En síntesis, el Perú enfrenta lo que los especialistas llaman una “doble carga”: infecciones que no terminan de controlarse y enfermedades crónicas que exigen una atención sostenida y de largo plazo. 

 

Factores que explican el cambio 

El envejecimiento poblacional es uno de los principales motores del aumento de las enfermedades crónicas. “La población envejece y, junto a cambios en el estilo de vida y en la alimentación, aumentan la obesidad y las enfermedades crónicas. La urbanización trae consigo también menor actividad física, lo que contribuye a este panorama” subraya Vásquez. 

Burga coincide en que la transición epidemiológica también está marcada por cambios sociales y de consumo. El aumento en la ingesta de ultraprocesados, grasas y azúcares, el sedentarismo y la exposición a contaminación ambiental son determinantes en este fenómeno. 

En esa misma línea, la especialista de Clínicas Auna también agrega que actualmente los grupos más pobres son los que enfrentan un mayor riesgo de complicaciones por enfermedades crónicas no transmisibles, debido a las persistentes desigualdades en el acceso a servicios de salud preventivos y tratamientos oportunos. 

Al mismo tiempo, si bien las mejoras en agua potable y vacunación han reducido infecciones como fiebre tifoidea, cólera o brucelosis; los brotes recurrentes de dengue zika o chikungunya muestran que las enfermedades emergentes siguen representando un riesgo. 

 

Impacto sobre el sistema de salud 

La convivencia de infecciones y ENT generan una presión creciente. “La transición de enfermedades infecciosas a crónicas nos coloca en una situación compleja porque necesitamos atender a los pacientes con enfermedades crónicas, pacientes con enfermedades infecciosas y a la vez realizar programas preventivos y atención multidisciplinaria”, advierte el galeno de la Clínica Internacional. 

Burga complementa manifestando que “mientras las infecciones suelen resolverse con tratamientos cortos o campañas de vacunación, las crónicas requieren controles permanentes, medicación de por vida y seguimiento cercano (…) El manejo de ENT implica gastos sostenidos en medicamentos, hospitalizaciones y procedimientos complejos”.  

Neyra agrega que el panorama es especialmente delicado desde el contexto pospandemia: cáncer, enfermedades cardiovasculares y trastornos de salud mental son frentes críticos. “Hoy hay casi tres suicidios por día y nadie habla de estos temas”, lo que evidencia la magnitud de un problema creciente y poco visibilizado. 

 

Estrategias y prioridades para enfrentar la doble carga 

Para los especialistas, la clave está en reforzar la prevención y el primer nivel de atención. Vásquez enfatiza en que “el principal desafío es desarrollar programas presupuestados e intensivos con base en Guías y Protocolos adaptados a nuestra realidad local, capacitaciones médicas y gerenciales que ayuden en la gestión de la salud. Es importante continuar fortaleciendo la atención primaria e integral (…) La clave está en estratificar, focalizar y asignar recursos donde realmente se necesitan sin descuidar la atención de las enfermedades crónicas”. 

En ese sentido, sugiere medidas concretas: 

-Capacitación en gestión sanitaria para la eficiencia de recursos en salud 

-Estratificar riesgos según regiones y poblaciones vulnerables 

-Enviar equipos de rayos X portátiles para zonas de alta incidencia de tuberculosis 

-Utilizar biología molecular para diagnósticos más precisos 

-Focalizar recursos en la selva y la sierra, donde la prevalencia de parasitosis, hepatitis B y VIH sigue siendo alta 

Burga añade que, si bien se deben mantener las altas coberturas de vacunación y fortalecer los sistemas de vigilancia de brotes, también es fundamental promover activamente estilos de vida saludables, invertir en infraestructura y en el uso de tecnologías como la telemedicina e historias clínicas electrónicas. “Se requieren más especialistas como cardiólogos, endocrinólogos, oncólogos; así como telemedicina y sistemas de información para seguimiento”. Además, comenta que es urgente trabajar en las desigualdades de acceso entre regiones y poblaciones vulnerables. 

Por su parte, Neyra coincide en que la prevención debe ser el eje central y destaca la urgencia de una mayor acción frente a la diabetes y a los problemas de salud mental, dos frentes que, según su punto de vista, avanzan con una velocidad preocupante y para las cuales las políticas actuales resultan insuficientes. 

 

Mirada de largo plazo 

El crecimiento de las enfermedades crónicas, sin que las infecciosas hayan desaparecido, dibuja un escenario de alta complejidad. Adaptar el sistema de salud a esta nueva realidad requiere una visión estratégica de largo plazo, orientada a la equidad, la prevención y el fortalecimiento del primer nivel. Solo así podremos enfrentar ambos desafíos de manera sostenible. 

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