
VIH en Perú: avances, desafíos y la importancia del acceso continuo al tratamiento
Según datos de EsSalud, alrededor de cien mil personas viven con VIH en el Perú, de las cuales el 10%
Según datos de EsSalud, alrededor de cien mil personas viven con VIH en el Perú, de las cuales el 10% se encuentra en condición de SIDA. Hoy que conmemoramos la lucha contra esta enfermedad, hablamos sobre el panorama actual y los desafíos que representa para el sistema público de salud.
El 1 de diciembre se conmemora el Día Mundial del SIDA, una fecha que invite a revisar los logros, los desafíos pendientes y la necesidad de redoblar esfuerzos en la lucha contra el VIH/SIDA. En el Perú, la crisis ya no se parece a la de hace 20 o 25 años: el diagnóstico tardío ha disminuido, los tratamientos son más accesibles y el conocimiento sobre la infección es más difundido. Sin embargo, aún persisten brechas importantes -geográficas, demográficas y de atención- que exigen acciones urgentes, particularmente desde una prevención combinada.
De acuerdo con estimaciones vigentes del Ministerio de Salud (Minsa), unas 110 mil personas viven con VIH en nuestro país. La mayoría de los contagios –alrededor del 92%- ocurre por relaciones sexuales sin protección.
Estas cifras muestran que, aunque hay avances clínicos, la enfermedad sigue activa. Las decisiones que se adopten ahora definirán si podemos acercarnos –o alejarnos- de su control efectivo.
Lo que ha cambiado: diagnóstico y tratamientos más accesibles
Según el Dr. César Ticona, jefe del programa VIH/ITS de la ONG Socios En Salud, el panorama del VIH en Perú es hoy más favorable que hace décadas. “La mayoría de los pacientes que eran diagnosticados estaban en fase SIDA (…) desde el 2010 para abajo el diagnóstico era tardío, las pruebas eran difíciles, tardaban en procesarse (…) la persona ya se había perdido”, comparte para ANACAB.
Afortunadamente, ese escenario ha cambiado: hoy las pruebas rápidas permiten obtener un resultado en 10 o 15 minutos, lo que facilita la detección temprana y acelera el acceso al tratamiento. Ticona remarca que esto se traduce en menor mortalidad por complicaciones e infecciones oportunistas asociadas al SIDA.
El acceso al tratamiento antirretroviral (TARV) también se ha extendido. Según cifras oficiales, una parte significativa de las personas diagnosticadas actualmente reciben el tratamiento, lo que ha contribuido a controlar la infección, mejorar la calidad de vida y reducir la mortalidad.
Este proceso pone al país en un escenario distinto: VIH como enfermedad crónica bajo tratamiento, en lugar de una sentencia de muerte casi segura como hace décadas atrás.
Las brechas que todavía persisten: desigualdades territoriales y poblaciones vulnerables
Pero los avances no son uniformes. Como advierte el Dr. Ticona, “aún hay localidades donde no se llega bien”, especialmente en zonas rurales, amazónicas o de difícil acceso, lo que deja a comunidades como las indígenas -por ejemplo, la población Awajún en Condorcanqui y Bagua- en una situación de mayor vulnerabilidad, pasando de 204 en 2023 a 410 solo en 2024.
De acuerdo con datos recientes del Minsa, la prevalencia estimada en la población general adulta ronda 0.3%. Pero en poblaciones clave y en regiones específicas la cifra puede dispararse: hombres que tienen sexo con hombres, mujeres trans, pueblos originarios amazónicos y otras poblaciones vulnerables concentran un número desproporcionado de casos.
Además, según manifiesta el representante de Socios En Salud, se observa una tendencia al aumento en grupos como adolescentes –especialmente mujeres- y población mayor de 60 años, lo que evidencia que los casos se diversifican y exigen estrategias de prevención cada vez más adaptadas a diversas realidades.
Esto implica que las barreras no son solo de acceso: también hay factores estructurales, culturales y sociales -desigualdad territorial, pobreza, limitaciones en servicios de salud, discriminación, estigma, barreras culturales- que dificultan un abordaje universal y equitativo.
La importancia de la prevención combinada: más allá de un solo método
En medio de este contexto, el enfoque más eficaz no es un método único, sino un conjunto de estrategias: la llamada prevención combinada la cual incluye:
-Tamizaje frecuente y accesible (pruebas rápidas)
-Uso de preservativo
-Profilaxis pre-exposición (PrEP) para población clave en riesgo
-Educación sexual integral
-Acceso a tratamiento oportuno para quienes viven con VIH
-Soporte psicosocial y atención a la salud mental
Como señala el Dr. Ticona, desde 2023 el país cuenta con una norma técnica que incorpora la PrEP. Pero advierte que usar solo ese fármaco no basta: la prEP debe combinarse con educación, uso consistente del preservativo, y, sobre todo, con intervenciones que se centren en reducir el estigma y promuevan la salud integral.
Este enfoque integral -biomédico, conductual y social- es clave para cerrar las brechas en la prevención, llegar a poblaciones vulnerables, asegurar la adherencia al tratamiento y evitar nuevos contagios. De acuerdo con la experiencia de Socios En Salud, cuando se integran estos componentes, la retención en tratamiento puede superar el 80% a 90%, muy por encima de los niveles históricos sin soporte psicosocial adecuado.
Además, la disponibilidad creciente de terapias moderna –como antirretrovirales más tolerables o incluso inyectables de acción prolongada- ofrecen nuevas oportunidades para mejorar la adherencia, reducir el estigma y facilitar la vida de las personas que viven con VIH. En ese sentido, Ticona señala que en Perú todavía hay limitaciones para acceder a este tipo de tratamientos y es este el principal desafío en el que deben enfocarse nuestras autoridades. Esto teniendo en cuenta que se alinean a la tendencia global y las recomendaciones internacionales, las cuales resaltan que la accesibilidad a nuevas opciones debe ser una prioridad para cualquier Estado.
Mientras tanto, los programas de prevención combinada y el tamizaje deben fortalecer su cobertura, sobre todo en zonas rurales y en comunidades históricamente desatendidas.
Este Día Mundial contra el SIDA es una invitación a renovar el compromiso de reforzar la salud pública, ampliar el acceso, reducir estigmas y combatir la discriminación. Pero también se requiere corresponsabilidad. La respuesta no debe recaer solo en el Estado: la sociedad civil, las organizaciones comunitarias, los centros educativos y todas las familias peruanas también deben tener un rol activo en la prevención y el fortalecimiento de la respuesta frente al VIH.

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