Claves para potenciar el sistema de salud peruano

El destacado investigador, Rafael Cortez, explica que contar con una mayor cobertura, calidad de servicio, protección financiera y resultados sanitarios es clave para mejorar el sistema de salud peruano.

El 2022, la Defensoría del Pueblo reveló que los establecimientos de salud de primer nivel de atención en Lima presentaban problemas de infraestructura y falta de personal especializado. Esto es solo una radiografía de lo que ocurre en el resto del Perú. 

Frente a esta realidad, surge la pregunta: ¿qué se debe hacer para sacar adelante el sistema público de salud? Rafael Cortez, investigador y líder de equipo de programas internacionales en salud y protección social, nos explica cuánto hemos avanzado en este sector y cuáles son los cuatro principales objetivos que se deben cumplir para darle a la población la atención de calidad que necesita.

 

En su experiencia ¿en qué se destacan los sistemas de salud globales más eficientes?

El desempeño de un sistema de salud se mide de acuerdo con el cumplimiento de cuatro propósitos importantes. El primero es la cobertura, que se trata de llegar a la mayor cantidad de personas posibles. Luego viene la calidad, porque no solo basta con entregar servicios, estos deben ser de alta calidad que resuelvan las necesidades de salud de las personas. El tercero es lo que los economistas denominan “protección financiera” de la población, que está vinculado con los conceptos de eficiencia y eficacia de los sistemas de salud; y que significa que se debe asegurar que las personas no paguen o paguen una proporción menor al 20% de sus gastos totales de salud de su bolsillo, y el cuarto, los resultados sanitarios asociados a las necesidades de salud.

Así que, un buen sistema de salud es el que brinda cobertura de calidad, satisface a los usuarios, tiene resultados sanitarios y, a la vez, permite que el gasto de bolsillo (porcentaje que pagan los pacientes del gasto total de salud) sea el menor posible, y la población no enfrente gastos catastróficos en salud que los empobrezcan. 

Haciendo un análisis y basándonos en esos cuatro indicadores importantes, ¿cómo ha avanzado el sistema de salud peruano en estos años?

Hemos logrado avances en estos cuatro pilares. Hace 10 o 15 años, la mitad de la población no tenía acceso a servicios de salud y el resultado es que la gente fallecía lentamente de cualquier enfermedad, o se perdía productividad por morbilidad. Ahora, casi el 90% está asegurada o tiene acceso a servicios de salud. Básicamente, el SIS cubre a casi toda la población que no tiene seguro privado o de Essalud, lo cual es un avance tremendo.

En cuanto a la protección financiera, la situación ha mejorado. Antes de la pandemia, estábamos en 33% de gasto de bolsillo, que en nuestro caso una alta proporción está representada en la compra de medicamentos. La cifra no está tan mal, pero todavía nos falta un camino bastante largo por recorrer, aún estamos lejos del 20% o 25% del gasto de bolsillo que se manejan en los países de la OCDE.

Asimismo, hay tareas pendientes en lo referido a la calidad de servicios y resultados sanitarios, sobre todo en las poblaciones vulnerables.  

¿Qué necesitamos para potenciar el sistema de salud?

En general, cuando se analiza lo bueno del sistema de salud, destaca la movilización de recursos. Sin embargo, si bien esta es una condición necesaria, no es suficiente por sí sola. No porque se tiene el dinero se van a resolver los problemas, como es el caso del sistema peruano que, en estos últimos 15 o 20 años, ha triplicado o cuadruplicado el presupuesto destinado salud, pero no ha resuelto los temas de protección financiera, calidad de servicios y cobertura, especialmente en las poblaciones vulnerables y pobres de zonas remotas. Esto requiere un nuevo enfoque de respuesta de las políticas públicas, que incida en la focalización de servicios en los distritos más pobres, y concentrar más recursos en la atención primaria. 

Estamos movilizando mucho más dinero que hace diez años, estamos avanzando, pero no como deberíamos hacerlo. Nuestro avance potencial tiene una brecha. Podríamos haber avanzado 10 años en términos de resultados sanitarios, pero hemos hecho mucho menos, lo cual significa un mal uso de recursos. 

¿Y qué han hecho los mejores sistemas de salud para avanzar más rápido? 

Responden bien a estos cuatro grandes indicadores de desempeño y tienen una característica común: todos han construido arreglos institucionales que les permiten ser bastante eficientes en la asignación de los recursos, y se ha logrado un consenso sobre este tema con todos los actores claves para avanzar en esa dirección. 

Dentro de estos acuerdos también hay otro factor en común que han conseguido, la denominada separación de roles y funciones. Se trata de que el Estado se encargue de ser el financiador y otro ente preste el servicio de salud.  Esto es algo que básicamente han logrado desde el modelo coreano hasta el inglés, y otros sistemas de salud con buen desempeño a nivel global. 

¿Cuáles son los principales argumentos del sistema peruano para no empezar esta reforma? 

Creo que uno importante es que la gente no conoce lo que pasa afuera. Hay muy poca información y mucho cliché en este tema. Por ejemplo, se piensa que el tema de separación de funciones se trata de privatización y por lo tanto los usuarios se van a quedar sin servicio, cuando es todo lo contrario. 

Surgen estos conceptos y políticamente se hace difícil hacer el cambio. Entonces no se avanza. Se requiere una difusión constante, principalmente a la clase política y a la opinión pública y personal de salud sobre este tema. Deben entender que, en realidad, es todo lo contrario. La separación de funciones es para mejorar servicios y tener un sistema más eficiente y justo, porque se genera una mejor asignación de recursos y se llega a más personas, se asegura más valor por dinero, y todos ganan.

Debemos avanzar en esa dirección. Construir arreglos institucionales más eficientes, separar las funciones, lograr que el Minsa haga lo que debe hacer bien: que es la rectoría y la regulación del sector público, no solo del privado. Que los fondos públicos y privados operen bajo un esquema de competencia regulada y compren servicios de prestadores mixtos públicos y privados y el dinero fluya de manera eficiente, y transparente.

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